El banco en el parque
hablaba de mi silencio,
mi silencio de vidas interminable,
de la penumbra en que como un lobo
escondo mis ojos desde hace años.
De todo eso trataba mi momentaneo desfalco a las neuronas.
Se encendió la farola de al lado como si llevara años esperando,
y al otro lado de la línea siempre curva entre nosotros apareció tu nombre.
De tanto pensar en tí creí que hasta sería un sueño, pero sonaba
mi telefono y lo cogí. Allí estabas, tan humana como siempre,
contandome la vida que vives, viviste o te gustaría vivir.
Y allí estaba yo, tan triste, buscando en todas las mujeres que conozco
lo que solo tu posees, la libertad de elegir, la forma de mirarme, ese conocerme
sin apenas permitir un atisbo de duda sobre un posible equívoco acerca de saber qué es lo que pienso.
Allí, en la cercana distancia de un telefono, abriendome un mundo nuevo sobre el que sentir.
Nos queremos, y está bien. Pero, ¿hasta que punto va a poder nuestra amistad resistir
que sigamos dando pasos? ¿Logrará sobrevivir? ¿Podremos luego mirarnos?
Creo que sí. Pero es algo que hasta que no pase no sabrá ni el banco del parque
como afrontarlo. Mientras tanto, nuestra vida viene y va
y cada vez estoy mas harto de esperar, de buscar y no encontrar
en todas lo que eres tu, mi libertad.
noc.k.
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